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<blockquote data-quote="Someone" data-source="post: 351917" data-attributes="member: 5656"><p>- Mi señor Nefneher</p><p></p><p>El que habla es el oficial gordo, que se ha apresurado a apuntarse el mérito ante el Alto sacerdote, el servidor supremo del Dios, que permanece sentado en un cojín ante una mesa – apenas una tabla, en realidad- llena de papeles. Un escriba permanece inmóvil a su lado.</p><p></p><p>- Habla.</p><p></p><p>- Me congratulo en anunciaros que he desenmascarado un complot para perpetrar un criminal atentado contra el Templo de Solaz. </p><p></p><p>Nefneher alza la mirada de la mesa, los ojos entrecerrados en una mueca de disgusto:</p><p></p><p>- ¿Que tú has hecho qué?</p><p></p><p>- Este... –la mirada de Nefneher hace temblar la voz del oficial- mi señor, me enteré de algunos movimientos sospechosos por parte de uno de los capitanes. Describía a varios individuos que debían entrar en la ciudadela con una descripción muy precisa, añadiendo que no debían ser molestados. Puesto que el oficial sabía que el templo era el objetivo de esos criminales y ordenó la relajación de la vigilancia sobre él, supuse que es un vil traidor. </p><p></p><p>- ¡IMBÉCIL! ¿Qué les ha ocurrido a esos individuos? </p><p></p><p>- Han sido apresados, oh mi señor. Ahora están siendo conducidos a... la cámara de... ejecución. Yo... ordené al sacerdote de guardia que estuviese alerta, y permanecí con una tropa de guardias, eso sí, de los peores de la ciudadela, porque los otros habían sido asignados a zonas alejadas del templo... pero sin embargo advertí a algunos de los... sacerdotes... del templo de meditación, y...</p><p></p><p>Nefneher se ha levantado y mira fijamente al oficial gordo. Y éste cae al suelo, lívido como un cadáver; porque está muerto, su alma separada del cuerpo. Nefneher hace honor a su reputación. </p><p></p><p>Luego habla con su escriba:</p><p></p><p>- La ejecución ya ha sido detenida. Irás hasta la cámara y darás orden de parte del oficial que acabo de matar que los prisioneros sean conducidos a una de las celdas del barracón nuevo. </p><p></p><p>- Pero esas celdas no tienen protección, y hay un sacerdote y un mago hermético entre ellos. </p><p></p><p>- ¡Lo sé perfectamente! Luego irás al templo de solaz, te pondrás en contacto con Tahi, y le dirás que venga. Tengo que arreglar el estropicio que ese inútil de capitán arribista ha organizado. Será más útil muerto que vivo; déjalo donde está y ocúpate de que nadie entre en ésta habitación. Mañana avisarás de que acabo de ejecutarle por incompetencia, pero que en mi magnanimidad permitiré que sea resucitado.</p><p></p><p>- Mañana será probablemente demasiado tarde. No parece ser de los que tienen mucha fuerza de voluntad, y estará verdaderamente muerto.</p><p></p><p>- ¡ <em>También</em> sé eso! Calla y obedece.</p><p></p><p>* * *</p><p></p><p>Rigtar, Wojann, Azhel, Imtohep y Rurikk están encerrados en una húmeda celda de apenas dos metros de lado, adornada como todo mobiliario por una rata muerta. Un estrecho ventanuco trae los primeros resplandores del amanecer. Nuestro grupo se siente sin embargo muy, muy afortunado. Cuando estaban a punto de ser degollados y arrojados a los cocodrilos, llegó la contraorden; los prisioneros serían conducidos a una celda para su interrogatorio. Allí Azhel empleó su magia para remendar las heridas de sus compañeros.</p><p></p><p>Y aún les aguardaba una sorpresa más. Cuando ya podían ver el cielo clarear a la luz del sol naciente una hermosísima joven envuelta en una delicada túnica de lino blanco fue arrojada a la celda. Su aspecto cortó el aliento al grupo; rostro perfecto, enmarcado en una delicada y espesa cabellera negra, cortada a la altura de los hombros y una espléndida figura que escapa al tímido intento de la túnica por ocultarlo. La tétrica celda parece de repente más acogedora, pero Imtohep no se engaña; es el efecto que causan siempre las sacerdotisas.</p><p></p><p>- Tú debes ser Tahi –dice Wojann- </p><p></p><p>- Lo soy –responde ella- Y vosotros sois los que Nercoth mandó a buscarme para sacarme de la ciudadela. Me temo que me han descubierto; y el castigo por ello es la muerte.</p><p></p><p>- Lo hubiéramos logrado, pero nos estaban esperando. Nercoth nos ha traicionado. </p><p></p><p>- ¡Oh, no puede haber sido él! Alguien de confianza debe haberle vendido.</p><p></p><p>- ¿Tan segura estás?</p><p></p><p>- ¿Porqué habría de hacerlo? Es más fácil pensar en alguien cercano a él que buscara una recompensa. En cualquier caso, estamos atrapados.</p><p></p><p>- Sí, he tratado de echar la puerta abajo –dice Rigtar- Pero no hay manera, es de madera maciza de al menos 15 hojas de ancho. Y éstos dos –señala a Azhel e Imtohep- dicen que no se puede emplear magia o poderes mentales para salir. </p><p></p><p>- ¿Qué habéis probado? –dice ella- </p><p></p><p>- Nada en realidad –responde Azhel- Sería inútil.</p><p></p><p>- Oh, vamos –dice Rurikk- Rigtar y la chica tienen razón. El grandullón ha estado dándose cabezazos contra la puerta media hora, y vosotros decís que preferís sacarle brillo al suelo con el taparrabos antes de mover un dedo. ¿Qué necesidad hay de guardar las fuerzas? Si no salimos de aquí somos comida de lagarto.</p><p></p><p>Azhel suspira y luego hace un gesto desdeñoso con el dedo. Una diminuta sierpe ígnea salta de él hasta alcanzar la puerta, donde se estrella dejando una nubecilla de madera chamuscada y una mancha negra. Azhel e Imtohep se ponen de pie de un salto como si el suelo estuviera al rojo vivo.</p><p></p><p>- ¿Qué idiota encierra a un mago y a un psiónico en una celda sin protección? –dice Imtohep-</p><p></p><p>- Da igual, es nuestro día de suerte. ¿Qué podéis hacer?</p><p></p><p>Imtohep examina el estrecho ventanuco de aireación, bloqueado además por fuertes barras de metal.</p><p></p><p>- ¿Crees que cabrías por ahí si fuera un poco más grande, Rurikk?</p><p></p><p>- Si pudiera meter la cabeza, desde luego. Pero las barras están muy juntas.</p><p></p><p>- Eso no es problema.</p><p></p><p>Imtohep se concentra en el ventanuco y un extraño efecto ocurre: el espacio se deforma en él, ampliando su volumen como visto a través de una lupa. Azhel no pierde el tiempo y pronuncia unas palabras mágicas: una capa de <em>invisibilidad</em> cae sobre Rurikk. Éste trepa por el ventanuco con la facilidad de un mono (naturalmente) y sin mucho esfuerzo se escurre por entre los barrotes <em>distorsionados</em> antes de que Imtohep los devuelva a la normalidad. </p><p></p><p>Poco después la puerta es abierta desde fuera. Pero Rurikk ya no es invisible. </p><p></p><p>- ¿Qué ha ocurrido?</p><p></p><p>- He tenido que dejar inconsciente a un guardia. Démonos prisa. </p><p></p><p>Rápidamente se discute el plan de fuga. Wojann se apodera del salan del guardia inconsciente y de su uniforme (es decir, su taparrabos) y su dueño es rápidamente situado en la celda. Azhel vuelve a su vez invisibles a Rigtar y Tahi, y emplea otro conjuro para tomar él mismo la apariencia de un guardia. Imtohep, con su pectoral, tiene todo el aspecto de un sacerdote, y cualquier duda es rápidamente disipada por sus dos acompañantes. Rurikk se escabulle por la puerta con facilidad mientras los guardias se entretienen con Wojann, Azhel e Imtohep. </p><p></p><p>Sin perder más tiempo se introducen en la ciudad, pasando por las murallas del pequeño recinto de los taberneros. Allí se dirigen rápidamente a su posada, donde guardan a buen recaudo sus armas y armaduras. Wojann, Rigtar y Rurikk suspiran de alivio al recuperarlas. Mientras, Imtohep habla aparte con Azhel.</p><p></p><p>- Hay algo extraño en todo esto.</p><p></p><p>- ¿A qué te refieres?</p><p></p><p>- He leído la mente de Tahi y es extraño. Continuamente piensa en lo mucho que quiere escapar de la ciudadela.</p><p></p><p>- No me parece tan extraño. </p><p></p><p>- Pero sus pensamientos son repetitivos. Es posible que sean un camuflaje, una encriptación de sus pensamientos puesta por un psiónico hábil.</p><p></p><p>- ¿No puedes sondearla?</p><p></p><p>- No he desarrollado aún esa habilidad. </p><p></p><p>Azhel piensa unos momentos.</p><p></p><p>- Hay algo más detrás de todo esto. Y no me gusta que me manipulen. ¿Qué opinas tú, qué es lo que está ocurriendo?</p><p></p><p>- No tengo ni idea. Pero me parece casi obvio que nos dejaron escapar. Pero si lo hicieron, ¿por qué no dejaron que nos lleváramos a Tahi desde el principio? Hubiera sido más fácil y sencillo.</p><p></p><p>- A menos que se les ocurriera la idea después de atraparnos. </p><p></p><p>- Sea lo que sea, no me fío ya de nadie. Llevemos a Tahi al comerciante y vayámonos de ésta ciudad. </p><p></p><p>Imtohep sale y se pone en contacto telepático con Nercoth, citándolo para dentro del siguiente toque del gong, justamente en la posada situada enfrente de la que tienen delante. En ese tiempo, algunas monedas de plata aseguran un lugar en un barco a punto de zarpar. </p><p></p><p>La espera se hace larga.</p><p></p><p>Finalmente, una silla de manos aparece por la estrecha callejuela. Nercoth baja de ella y se introduce en la posada junto a los porteadores. </p><p></p><p>- Vamos allá –dice Wojann- </p><p></p><p>Azhel emplea conjuros de <em>volar</em> sobre él mismo e Imtohep para mayor seguridad, y Rurikk es de nuevo hecho <em>invisible</em>. Los cuatro, junto con Tahi, cruzan la atestada calle y suben hasta la habitación donde les espera Nercoth junto a sus guardaespaldas, mientras Rurikk trepa silenciosamente la fachada exterior. </p><p></p><p>- ¿Y nuestro dinero? –dice Wojann-</p><p></p><p>- Ven conmigo, guapa –dice Nercoth agarrando a Tahi del brazo y llevándola hacia su lado- ¿Dónde está el pequeñajo, el que parecía un mono?</p><p></p><p>- Rurikk murió en la huida del templo.</p><p></p><p>Pausa.</p><p></p><p>- Eso nos ahorra trabajo –comenta Nercoth- Porque no deben quedar testigos...</p><p></p><p>Una luz blanquísima baña la habitación y se proyecta a través de las ventanas, apagando incluso la del sol. Cuando se apaga, dentro de la habitación hay cinco seres altos y esbeltos, de piel pálida y ojos dorados, vestidos con blancas armaduras resplandecientes que dejan pasar las alas radiantes por el espaldar.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Someone, post: 351917, member: 5656"] - Mi señor Nefneher El que habla es el oficial gordo, que se ha apresurado a apuntarse el mérito ante el Alto sacerdote, el servidor supremo del Dios, que permanece sentado en un cojín ante una mesa – apenas una tabla, en realidad- llena de papeles. Un escriba permanece inmóvil a su lado. - Habla. - Me congratulo en anunciaros que he desenmascarado un complot para perpetrar un criminal atentado contra el Templo de Solaz. Nefneher alza la mirada de la mesa, los ojos entrecerrados en una mueca de disgusto: - ¿Que tú has hecho qué? - Este... –la mirada de Nefneher hace temblar la voz del oficial- mi señor, me enteré de algunos movimientos sospechosos por parte de uno de los capitanes. Describía a varios individuos que debían entrar en la ciudadela con una descripción muy precisa, añadiendo que no debían ser molestados. Puesto que el oficial sabía que el templo era el objetivo de esos criminales y ordenó la relajación de la vigilancia sobre él, supuse que es un vil traidor. - ¡IMBÉCIL! ¿Qué les ha ocurrido a esos individuos? - Han sido apresados, oh mi señor. Ahora están siendo conducidos a... la cámara de... ejecución. Yo... ordené al sacerdote de guardia que estuviese alerta, y permanecí con una tropa de guardias, eso sí, de los peores de la ciudadela, porque los otros habían sido asignados a zonas alejadas del templo... pero sin embargo advertí a algunos de los... sacerdotes... del templo de meditación, y... Nefneher se ha levantado y mira fijamente al oficial gordo. Y éste cae al suelo, lívido como un cadáver; porque está muerto, su alma separada del cuerpo. Nefneher hace honor a su reputación. Luego habla con su escriba: - La ejecución ya ha sido detenida. Irás hasta la cámara y darás orden de parte del oficial que acabo de matar que los prisioneros sean conducidos a una de las celdas del barracón nuevo. - Pero esas celdas no tienen protección, y hay un sacerdote y un mago hermético entre ellos. - ¡Lo sé perfectamente! Luego irás al templo de solaz, te pondrás en contacto con Tahi, y le dirás que venga. Tengo que arreglar el estropicio que ese inútil de capitán arribista ha organizado. Será más útil muerto que vivo; déjalo donde está y ocúpate de que nadie entre en ésta habitación. Mañana avisarás de que acabo de ejecutarle por incompetencia, pero que en mi magnanimidad permitiré que sea resucitado. - Mañana será probablemente demasiado tarde. No parece ser de los que tienen mucha fuerza de voluntad, y estará verdaderamente muerto. - ¡ [I]También[/I] sé eso! Calla y obedece. * * * Rigtar, Wojann, Azhel, Imtohep y Rurikk están encerrados en una húmeda celda de apenas dos metros de lado, adornada como todo mobiliario por una rata muerta. Un estrecho ventanuco trae los primeros resplandores del amanecer. Nuestro grupo se siente sin embargo muy, muy afortunado. Cuando estaban a punto de ser degollados y arrojados a los cocodrilos, llegó la contraorden; los prisioneros serían conducidos a una celda para su interrogatorio. Allí Azhel empleó su magia para remendar las heridas de sus compañeros. Y aún les aguardaba una sorpresa más. Cuando ya podían ver el cielo clarear a la luz del sol naciente una hermosísima joven envuelta en una delicada túnica de lino blanco fue arrojada a la celda. Su aspecto cortó el aliento al grupo; rostro perfecto, enmarcado en una delicada y espesa cabellera negra, cortada a la altura de los hombros y una espléndida figura que escapa al tímido intento de la túnica por ocultarlo. La tétrica celda parece de repente más acogedora, pero Imtohep no se engaña; es el efecto que causan siempre las sacerdotisas. - Tú debes ser Tahi –dice Wojann- - Lo soy –responde ella- Y vosotros sois los que Nercoth mandó a buscarme para sacarme de la ciudadela. Me temo que me han descubierto; y el castigo por ello es la muerte. - Lo hubiéramos logrado, pero nos estaban esperando. Nercoth nos ha traicionado. - ¡Oh, no puede haber sido él! Alguien de confianza debe haberle vendido. - ¿Tan segura estás? - ¿Porqué habría de hacerlo? Es más fácil pensar en alguien cercano a él que buscara una recompensa. En cualquier caso, estamos atrapados. - Sí, he tratado de echar la puerta abajo –dice Rigtar- Pero no hay manera, es de madera maciza de al menos 15 hojas de ancho. Y éstos dos –señala a Azhel e Imtohep- dicen que no se puede emplear magia o poderes mentales para salir. - ¿Qué habéis probado? –dice ella- - Nada en realidad –responde Azhel- Sería inútil. - Oh, vamos –dice Rurikk- Rigtar y la chica tienen razón. El grandullón ha estado dándose cabezazos contra la puerta media hora, y vosotros decís que preferís sacarle brillo al suelo con el taparrabos antes de mover un dedo. ¿Qué necesidad hay de guardar las fuerzas? Si no salimos de aquí somos comida de lagarto. Azhel suspira y luego hace un gesto desdeñoso con el dedo. Una diminuta sierpe ígnea salta de él hasta alcanzar la puerta, donde se estrella dejando una nubecilla de madera chamuscada y una mancha negra. Azhel e Imtohep se ponen de pie de un salto como si el suelo estuviera al rojo vivo. - ¿Qué idiota encierra a un mago y a un psiónico en una celda sin protección? –dice Imtohep- - Da igual, es nuestro día de suerte. ¿Qué podéis hacer? Imtohep examina el estrecho ventanuco de aireación, bloqueado además por fuertes barras de metal. - ¿Crees que cabrías por ahí si fuera un poco más grande, Rurikk? - Si pudiera meter la cabeza, desde luego. Pero las barras están muy juntas. - Eso no es problema. Imtohep se concentra en el ventanuco y un extraño efecto ocurre: el espacio se deforma en él, ampliando su volumen como visto a través de una lupa. Azhel no pierde el tiempo y pronuncia unas palabras mágicas: una capa de [I]invisibilidad[/I] cae sobre Rurikk. Éste trepa por el ventanuco con la facilidad de un mono (naturalmente) y sin mucho esfuerzo se escurre por entre los barrotes [I]distorsionados[/I] antes de que Imtohep los devuelva a la normalidad. Poco después la puerta es abierta desde fuera. Pero Rurikk ya no es invisible. - ¿Qué ha ocurrido? - He tenido que dejar inconsciente a un guardia. Démonos prisa. Rápidamente se discute el plan de fuga. Wojann se apodera del salan del guardia inconsciente y de su uniforme (es decir, su taparrabos) y su dueño es rápidamente situado en la celda. Azhel vuelve a su vez invisibles a Rigtar y Tahi, y emplea otro conjuro para tomar él mismo la apariencia de un guardia. Imtohep, con su pectoral, tiene todo el aspecto de un sacerdote, y cualquier duda es rápidamente disipada por sus dos acompañantes. Rurikk se escabulle por la puerta con facilidad mientras los guardias se entretienen con Wojann, Azhel e Imtohep. Sin perder más tiempo se introducen en la ciudad, pasando por las murallas del pequeño recinto de los taberneros. Allí se dirigen rápidamente a su posada, donde guardan a buen recaudo sus armas y armaduras. Wojann, Rigtar y Rurikk suspiran de alivio al recuperarlas. Mientras, Imtohep habla aparte con Azhel. - Hay algo extraño en todo esto. - ¿A qué te refieres? - He leído la mente de Tahi y es extraño. Continuamente piensa en lo mucho que quiere escapar de la ciudadela. - No me parece tan extraño. - Pero sus pensamientos son repetitivos. Es posible que sean un camuflaje, una encriptación de sus pensamientos puesta por un psiónico hábil. - ¿No puedes sondearla? - No he desarrollado aún esa habilidad. Azhel piensa unos momentos. - Hay algo más detrás de todo esto. Y no me gusta que me manipulen. ¿Qué opinas tú, qué es lo que está ocurriendo? - No tengo ni idea. Pero me parece casi obvio que nos dejaron escapar. Pero si lo hicieron, ¿por qué no dejaron que nos lleváramos a Tahi desde el principio? Hubiera sido más fácil y sencillo. - A menos que se les ocurriera la idea después de atraparnos. - Sea lo que sea, no me fío ya de nadie. Llevemos a Tahi al comerciante y vayámonos de ésta ciudad. Imtohep sale y se pone en contacto telepático con Nercoth, citándolo para dentro del siguiente toque del gong, justamente en la posada situada enfrente de la que tienen delante. En ese tiempo, algunas monedas de plata aseguran un lugar en un barco a punto de zarpar. La espera se hace larga. Finalmente, una silla de manos aparece por la estrecha callejuela. Nercoth baja de ella y se introduce en la posada junto a los porteadores. - Vamos allá –dice Wojann- Azhel emplea conjuros de [I]volar[/I] sobre él mismo e Imtohep para mayor seguridad, y Rurikk es de nuevo hecho [I]invisible[/I]. Los cuatro, junto con Tahi, cruzan la atestada calle y suben hasta la habitación donde les espera Nercoth junto a sus guardaespaldas, mientras Rurikk trepa silenciosamente la fachada exterior. - ¿Y nuestro dinero? –dice Wojann- - Ven conmigo, guapa –dice Nercoth agarrando a Tahi del brazo y llevándola hacia su lado- ¿Dónde está el pequeñajo, el que parecía un mono? - Rurikk murió en la huida del templo. Pausa. - Eso nos ahorra trabajo –comenta Nercoth- Porque no deben quedar testigos... Una luz blanquísima baña la habitación y se proyecta a través de las ventanas, apagando incluso la del sol. Cuando se apaga, dentro de la habitación hay cinco seres altos y esbeltos, de piel pálida y ojos dorados, vestidos con blancas armaduras resplandecientes que dejan pasar las alas radiantes por el espaldar. [/QUOTE]
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