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<blockquote data-quote="Someone" data-source="post: 339630" data-attributes="member: 5656"><p>Unas horas antes, cuando aún era de día, dos figuras se abren camino por el barrio de la gran ciudad de Shanib. Concretamente, por la parte más pobre y cochambrosa del barrio, el lugar donde va a parar, como en un colector, toda la porquería humana de la ciudad. El suelo pisoteado constantemente dejó hace tiempo de ser tierra para convertirse en una mezcla de barro seco, agua sucia y deyecciones de hombres y animales; el caldo de cultivo perfecto para infecciones capaces de pudrir la carne de un hombre en cuestión de días. Brotan de éste suelo chozas de ladrillos de adobe, sin que nada adorne las paredes de ladrillo de barro y paja. Su disposición es caótica: en las zonas y recintos del Barrio donde hay artesanos o vendedores, tienden a organizarse en calles, pero aquí cada uno hace su cada donde el dios le dio a entender. La entrada de las viviendas está protegida por una estera, protección suficiente para los que saben que no tienen nada que merezca la pena robar. Y en medio de éste paisaje, lo peor de la gente se mueve por las calles, acecha tras las esquinas, pulula por los callejones y chozas y trata de cambiar o vender lo poco que tienen, que en muchos casos son ellos mismos. </p><p></p><p>- Vaya ciénaga infecta. ¿Qué estamos haciendo aquí? –dice Rigtar-</p><p></p><p>- Tratando de conseguir algún dinero –contesta Wojann-</p><p></p><p>- No parece que los que viven aquí tengan mucho que gastar.</p><p></p><p>- Sin embargo, el comerciante nos citó en ésta zona.</p><p></p><p>Rigtar impresiona por su tamaño: casi 7 pies y medio, y el enorme martillo que cuelga de un tahalí que le cruza el pecho sobre la malla. Wojann, a su lado, va también armado: un salan, un asta con dos extremos largos y afilados, cruza su espalda sujeta por una tira de cuero. Aunque no llega ni al hombro de su compañero, ambos parecen un equipo bien compenetrado.</p><p></p><p>- A ver chavalín: ¿Sabes dónde está la casa de Rexor? –dice Wojann a un niño que pasa cerca. </p><p></p><p>El niño (que corretea por las calles como vino al mundo) asiente con su cabecita de zorro. (Literalmente. Tiene cabeza de zorro)</p><p></p><p>- ¿Y puedes decirnos cómo ir?</p><p></p><p>El niño extiende la mano, palma arriba, en un gesto inequívoco. </p><p></p><p>- Qué cabroncete –dice Rigtar- Anda, Wojann, dale un cobre y que nos lleve. </p><p></p><p>Tras el intercambio de la pequeña pieza cuadrada de cobre, el crío lo único que dice es:</p><p></p><p>- Podéis llegar poniendo un pie delante del otro –y echa a correr desesperado por una callejuela-</p><p></p><p>No llega muy lejos. Wojann reacciona con la velocidad del rayo, y corriendo a una velocidad innatural, salta por encima del pequeño estafador rebotando sobre un muro de adobe con un salto mortal, cortándole el paso. Pronto, el niño desnudo de cabeza de zorro señala el camino a nuestros protagonistas atrapado por el puño de Rigtar, que lo deja en el suelo tan pronto llegan a su destino. </p><p>Éste consiste en una choza tal como las otras. Cuando Wojann aparta la estera que hace de puerta, se encuentra con una puerta de madera que un hombre alto y de piel escamosa se encarga de abrir desde dentro. El hombre les conduce al lóbrego interior, en el que esperan otros tres porteadores y una sencilla silla de manos cubierta, y descubre otra estera, ésta en el suelo: oculta una trampilla, cubierta por una fina capa de tierra y arcilla. Eso ya es más extraño.</p><p></p><p>La trampilla se abre para revelar una corta escalera de madera, que lleva a una habitación subterránea iluminada por una lámpara de arcilla. Sentados cada uno en su estera aguardan ya Imtohep, Rurikk, Azhel y un cuarto hombre, corpulento y calvo, vestido con un taparrabo púrpura, que lleva varios anillos y collares de oro. El olor de la comida flota en el aire; una fuente con pescado espera entre los asistentes, cada uno de los cuales dispone de una tabla que hace las veces de mesa. Diez hombres armados con arcos con flechas negras permanecen de espaldas a la pared.</p><p></p><p>- Un movimiento sospechoso, un signo de concentración más grande del necesario para cortar un trozo de pescado y emplearemos esto –dice uno de ellos sosteniendo una de las crueles flechas explosivas-</p><p></p><p>- Bésame el culo –es la contestación de Wojann-</p><p></p><p>- ¡Paz, paz! –interrumpe el hombre gordo- Sentaos, amigos, y servios Siento el recibimiento, pero sé que sabréis disculparlo Volveré a presentarme. Me llamo Nercoth y soy un pobre comerciante. Mis barcos parten hacia Henmiar en busca de piedra, metal y madera y ay, pocas veces vuelven.</p><p></p><p>- Ahórrate los lamentos –dice Rurikk- Sabemos que estas forrado. ¿Qué quieres de nosotros? </p><p></p><p>- Daros la oportunidad de ganar un buen dinero. ¿Qué otra cosa puede interesaros, y qué más puedo ofrecer yo? Busco a los mejores ladrones de Shanib. Me he informado bien, y sólo vosotros seríais capaces de hacer lo que os voy a pedir.</p><p></p><p>- Agradezco el cumplido. ¿Y de qué se trata?</p><p></p><p>- Ya que queréis ir directamente al grano... Tengo un gran interés en una sacerdotisa del dios*. Me he gastado una fortuna con ella, pero no es bastante. La quiero sólo para mí, a tiempo completo. </p><p></p><p>- No puedes dejar de pensar en ella.</p><p></p><p>- ¡Bien que lo sabes! </p><p></p><p>- Mal negocio está haciendo, amigo. Cuídese de las mujeres, y más de una sacerdotisa.</p><p></p><p>- Dejadme mis asuntos personales a mí; en cuanto a los negocios, como dices, serán buenos para vosotros, porque estoy dispuesto a pagar un alto precio.</p><p></p><p>- ¿Cómo de alto? ¿Sabe lo que nos está pidiendo? Los templos son como fortalezas; y siendo el de la ciudadela donde está el dios, será el edificio protegido por humanos más impenetrable del mundo.</p><p></p><p>- Respecto a lo segundo, eso no es exactamente asunto mío. En cuanto a la primera pregunta, no tiene sentido que hablemos si ni siquiera consideráis correr el riesgo.</p><p></p><p>- Yo estoy dispuesto a aceptar –dice Azhel- Si la paga es buena. No es imposible salir de la Ciudadela. Pero veamos a cuánto puede empujarle su lujuria.</p><p></p><p>Nercoth no dice nada; sólo coge un saquito de lino que guardaba en una caja cercana y vacía sobre la estera que cubre el suelo unos ochenta pequeños rectángulos de oro marcados con el símbolo de la ciudad**. Una fortuna. Pero tal como las muestra las vuelve a meter en el saco. </p><p></p><p>- Serán vuestras si hacéis lo que os pido. Y no es lujuria; estoy genuinamente enamorado; cada día que ella debe ejercer su trabajo es una cuchillada para mí.</p><p></p><p>- De acuerdo –dice Azhel- Por mí está bien. Pero necesitamos algo de dinero por adelantado. </p><p></p><p>- Claro. ¿La mitad ahora y la mitad después? </p><p></p><p>- No está mal –dice Rurikk esperanzado.</p><p></p><p>- Mejor la mitad luego y la otra mitad después. ¿Creéis que me chupo el dedo? No he llegado a donde estoy fiándome de la gente, menos de ladrones como vosotros.</p><p></p><p>- No me refería a eso –contesta a Azhel- Sino al modo que emplearemos para entrar en el templo. Ya se ha dicho que es una fortaleza; está férreamente vigilado y cuenta con protección mágica tanto para dentro como para fuera. Todo el mundo sabe eso. Salir, ya veremos cómo salimos. Para entrar, podemos hacerlo como clientes, y eso cuesta dinero. </p><p></p><p>- Es razonable. De acuerdo, os adelantaré un par de Kal de oro. Eso bastará, si estáis todos de acuerdo.</p><p></p><p>- Lo estamos.</p></blockquote><p></p>
[QUOTE="Someone, post: 339630, member: 5656"] Unas horas antes, cuando aún era de día, dos figuras se abren camino por el barrio de la gran ciudad de Shanib. Concretamente, por la parte más pobre y cochambrosa del barrio, el lugar donde va a parar, como en un colector, toda la porquería humana de la ciudad. El suelo pisoteado constantemente dejó hace tiempo de ser tierra para convertirse en una mezcla de barro seco, agua sucia y deyecciones de hombres y animales; el caldo de cultivo perfecto para infecciones capaces de pudrir la carne de un hombre en cuestión de días. Brotan de éste suelo chozas de ladrillos de adobe, sin que nada adorne las paredes de ladrillo de barro y paja. Su disposición es caótica: en las zonas y recintos del Barrio donde hay artesanos o vendedores, tienden a organizarse en calles, pero aquí cada uno hace su cada donde el dios le dio a entender. La entrada de las viviendas está protegida por una estera, protección suficiente para los que saben que no tienen nada que merezca la pena robar. Y en medio de éste paisaje, lo peor de la gente se mueve por las calles, acecha tras las esquinas, pulula por los callejones y chozas y trata de cambiar o vender lo poco que tienen, que en muchos casos son ellos mismos. - Vaya ciénaga infecta. ¿Qué estamos haciendo aquí? –dice Rigtar- - Tratando de conseguir algún dinero –contesta Wojann- - No parece que los que viven aquí tengan mucho que gastar. - Sin embargo, el comerciante nos citó en ésta zona. Rigtar impresiona por su tamaño: casi 7 pies y medio, y el enorme martillo que cuelga de un tahalí que le cruza el pecho sobre la malla. Wojann, a su lado, va también armado: un salan, un asta con dos extremos largos y afilados, cruza su espalda sujeta por una tira de cuero. Aunque no llega ni al hombro de su compañero, ambos parecen un equipo bien compenetrado. - A ver chavalín: ¿Sabes dónde está la casa de Rexor? –dice Wojann a un niño que pasa cerca. El niño (que corretea por las calles como vino al mundo) asiente con su cabecita de zorro. (Literalmente. Tiene cabeza de zorro) - ¿Y puedes decirnos cómo ir? El niño extiende la mano, palma arriba, en un gesto inequívoco. - Qué cabroncete –dice Rigtar- Anda, Wojann, dale un cobre y que nos lleve. Tras el intercambio de la pequeña pieza cuadrada de cobre, el crío lo único que dice es: - Podéis llegar poniendo un pie delante del otro –y echa a correr desesperado por una callejuela- No llega muy lejos. Wojann reacciona con la velocidad del rayo, y corriendo a una velocidad innatural, salta por encima del pequeño estafador rebotando sobre un muro de adobe con un salto mortal, cortándole el paso. Pronto, el niño desnudo de cabeza de zorro señala el camino a nuestros protagonistas atrapado por el puño de Rigtar, que lo deja en el suelo tan pronto llegan a su destino. Éste consiste en una choza tal como las otras. Cuando Wojann aparta la estera que hace de puerta, se encuentra con una puerta de madera que un hombre alto y de piel escamosa se encarga de abrir desde dentro. El hombre les conduce al lóbrego interior, en el que esperan otros tres porteadores y una sencilla silla de manos cubierta, y descubre otra estera, ésta en el suelo: oculta una trampilla, cubierta por una fina capa de tierra y arcilla. Eso ya es más extraño. La trampilla se abre para revelar una corta escalera de madera, que lleva a una habitación subterránea iluminada por una lámpara de arcilla. Sentados cada uno en su estera aguardan ya Imtohep, Rurikk, Azhel y un cuarto hombre, corpulento y calvo, vestido con un taparrabo púrpura, que lleva varios anillos y collares de oro. El olor de la comida flota en el aire; una fuente con pescado espera entre los asistentes, cada uno de los cuales dispone de una tabla que hace las veces de mesa. Diez hombres armados con arcos con flechas negras permanecen de espaldas a la pared. - Un movimiento sospechoso, un signo de concentración más grande del necesario para cortar un trozo de pescado y emplearemos esto –dice uno de ellos sosteniendo una de las crueles flechas explosivas- - Bésame el culo –es la contestación de Wojann- - ¡Paz, paz! –interrumpe el hombre gordo- Sentaos, amigos, y servios Siento el recibimiento, pero sé que sabréis disculparlo Volveré a presentarme. Me llamo Nercoth y soy un pobre comerciante. Mis barcos parten hacia Henmiar en busca de piedra, metal y madera y ay, pocas veces vuelven. - Ahórrate los lamentos –dice Rurikk- Sabemos que estas forrado. ¿Qué quieres de nosotros? - Daros la oportunidad de ganar un buen dinero. ¿Qué otra cosa puede interesaros, y qué más puedo ofrecer yo? Busco a los mejores ladrones de Shanib. Me he informado bien, y sólo vosotros seríais capaces de hacer lo que os voy a pedir. - Agradezco el cumplido. ¿Y de qué se trata? - Ya que queréis ir directamente al grano... Tengo un gran interés en una sacerdotisa del dios*. Me he gastado una fortuna con ella, pero no es bastante. La quiero sólo para mí, a tiempo completo. - No puedes dejar de pensar en ella. - ¡Bien que lo sabes! - Mal negocio está haciendo, amigo. Cuídese de las mujeres, y más de una sacerdotisa. - Dejadme mis asuntos personales a mí; en cuanto a los negocios, como dices, serán buenos para vosotros, porque estoy dispuesto a pagar un alto precio. - ¿Cómo de alto? ¿Sabe lo que nos está pidiendo? Los templos son como fortalezas; y siendo el de la ciudadela donde está el dios, será el edificio protegido por humanos más impenetrable del mundo. - Respecto a lo segundo, eso no es exactamente asunto mío. En cuanto a la primera pregunta, no tiene sentido que hablemos si ni siquiera consideráis correr el riesgo. - Yo estoy dispuesto a aceptar –dice Azhel- Si la paga es buena. No es imposible salir de la Ciudadela. Pero veamos a cuánto puede empujarle su lujuria. Nercoth no dice nada; sólo coge un saquito de lino que guardaba en una caja cercana y vacía sobre la estera que cubre el suelo unos ochenta pequeños rectángulos de oro marcados con el símbolo de la ciudad**. Una fortuna. Pero tal como las muestra las vuelve a meter en el saco. - Serán vuestras si hacéis lo que os pido. Y no es lujuria; estoy genuinamente enamorado; cada día que ella debe ejercer su trabajo es una cuchillada para mí. - De acuerdo –dice Azhel- Por mí está bien. Pero necesitamos algo de dinero por adelantado. - Claro. ¿La mitad ahora y la mitad después? - No está mal –dice Rurikk esperanzado. - Mejor la mitad luego y la otra mitad después. ¿Creéis que me chupo el dedo? No he llegado a donde estoy fiándome de la gente, menos de ladrones como vosotros. - No me refería a eso –contesta a Azhel- Sino al modo que emplearemos para entrar en el templo. Ya se ha dicho que es una fortaleza; está férreamente vigilado y cuenta con protección mágica tanto para dentro como para fuera. Todo el mundo sabe eso. Salir, ya veremos cómo salimos. Para entrar, podemos hacerlo como clientes, y eso cuesta dinero. - Es razonable. De acuerdo, os adelantaré un par de Kal de oro. Eso bastará, si estáis todos de acuerdo. - Lo estamos. [/QUOTE]
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