Five Men Running: The Spanish story hour (last updated Oct 25th)


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Someone

Adventurer
Se escucha un zumbido agudo y del aire surge un demonio; casi dos metros de alto, con grandes alas de murciélago y su cara es una máscara de muerte. Se posa en la copa de un árbol sobre la jungla inundada y maldice largamente en la lengua demoníaca. Lleva dos semanas patrullando la jungla y, definitivamente, no está contento.

* * *

Mientras, Rurikk y Rigtar tienen acorralado a Husié, el antiguo criado de Nercoth en un callejón enlodado del puerto que los mira aterrorizado, más cuanto que Rigtar le ha amenazado con arrancarle los brazos. Y ciertamente Rigtar parece capaz de cumplir su amenaza.

- Oh, por favor grandes señores –dice Husié arrodillandose abyectamente en el barro- no sé de qué me están hablando. No se nada de ángeles, demonios o sacerdotisas. Yo sólo sé que mi amo Nercoth despareció un buen día y que me tuve que buscar el sustento lejos de mi ciudad. Tengo familia, mi cuñado está enfermo y tengo que alimentarles también a su familia, tengo doce bocas que alimentar, no me maten grandes señores, por favor.

- Inténtalo de nuevo –dice Rurikk- Tienes un taparrabos nuevo de lino de calidad. Y te estás poniendo gordito. Creo que últimamente estás gastando mucho dinero.

- También siento lástima por los pobres peces –dice Rigtar alzando a Husié con un solo brazo- Creo que debería alimentarles a ellos también.

- ¡Grandes señores! –responde Husié con un gimoteo histérico- No me hagan nada. Está bien, está bien, sé que alguien traicionó a Nercoth y dijo en la ciudadela que había contratado mercenarios para llevarse a Tahi. ¡Pero no fui yo! Sé quién fue. Yo me quedé con su dinero.

- Eres un embustero y un traidor. Quizá fueras tú el que nos hizo perder dieciséis piezas de oro a cada uno. –Rigtar hace el ademán de ir a lanzarlo a las aguas del río-

- ¡Nononononono! Esperad. Puedo compensaros. Sé donde hay tela bastante para el que quiera cogerla.

- Habla.

- Un comerciante está haciendo negocios sucios –dice Husié- Compra documentos, copias de escritos de la biblioteca mágica. Va a hacer una compra ésta noche y tiene listo el dinero. ¡No puede arriesgarse a que sospechen qué está haciendo! Sin guardias, sin vigilancia, mucho oro, os lo prometo.

Rigtar y Rurikk se miran.

- Está bien. Te concedemos una hora más de vida. Pero como se te pase por la mente engañarnos...

* * *

Wojann las pasa moradas. Mientras trata de recoger su mandíbula inferior del suelo antes de que se le cuele una rata, el sacerdote gesticula y pronuncia unas palabras arcanas mientras se concentra.

- Es cierto –dice a continuación- Él es el padre. Y la ley dice: “Responderás al fruto de tu sangre”; serás maldito y perseguido si rechazas el veredicto del Templo.

- Toma, querido –dice la joven- Sostén a tu hijo.

Lo que Wojann toma son las de Villadiego, y sale de la taberna a con toda la velocidad que le permiten sus piernas: unos 50 km/h, dejando una estela de vasijas volcadas y guardias atropellados. En pocos instantes está recuperando el aliento, aterrorizado entre las chozas de la parte pobre de la ciudad.

Desde allí logran ver cómo Azhel llega desde el desierto. Se dirige a él y nota cómo una figura sospechosa sigue al mago hermético. Acechándola sigilosamente, lo atrapa por sorpresa y le pone la daga en el cuello. Azhel oye el ruido y se prepara para lanzar un conjuro, pero se detiene justo a tiempo de evitar asar a su compañero.

- ¿Qué está pasando? –exclama Azhel-

- Éste tío te estaba siguiendo –dice Wojann- Menos mal que lo he pillado. A saber qué es lo que quería.

- ¿Y cómo es que estás tú aquí?

- Uh, es largo de contar...

- Tengo tiempo.

- Mira, acabemos con éste, ¿vale? Luego hablaremos de lo mío.

Wojann tira a su prisionero al suelo y le patea para mayor seguridad.

- Espera –dice Azhel- Éste no es un ratero. ¿Quién eres tú?

- Me llamo Asnehé. Soy soldado de la ciudadela.

- ¿Y porqué me seguías?

- ¡Cumplo órdenes! Alguien robó unos rollos de la biblioteca sagrada de Palacio y se me ordenó que le vigilara.

- Mal asunto –dice Azhel- Yo no tengo nada que ver con eso, pero lo mejor será que nos vayamos de la ciudad cuanto antes.

- Oh, si por favor –dice Wojann- Lo más pronto posible. Pero llevémonos a éste, no vaya a dar la alarma.

Casualmente, el camino de Wojann y Azhel se cruza con el de Imtohep y su maestro al torcer una esquina, y casi se dan de morros.

- ¿Qué? –dice Imtohep- ¡Si es el feliz padre! Permíteme que te dé la enhorabuena por tu primogénito.

- Ah, ya te has enterado - dice Wojann – A éstas alturas lo sabrá la ciudad entera.

- ¿De qué está hablando? –dice Azhel- ¿Y qué hacéis aquí?

- Buscamos a un sacerdote. A lo mejor lo habéis visto: cráneo afeitado, pectoral de cobre...

- Bravo. Sólo tenemos que buscar en todos los templos del imperio.

- Déjame terminar. Nariz aguileña, orejas en punta y piernas flacas.

Wojann alza la mirada asombrado ante la descripción del sacerdote que acompañaba a la joven madre:

- ¿Habéis visto a ese granuja?

- Ése es el sacerdote que me ordenó vigilaros –tercia el soldado-

- No entiendo nada –dice Azhel-

- Será mejor que nos expliquemos. A ver, empieza tú, Imtohep.
 


Someone

Adventurer
No fue tan divertido a la hora de jugarla. Tenía que cambiar constantemente de grupo y no salió muy bien (me pregunto cómo se las apaña Sepulchrave)

de todas formas, mañana más.
 

Horacio

LostInBrittany
Supporter
Una manera que uso yo cuando el grupo se divide (normalmente cuando se divide en dos, si no es as complejo) es dar a cada jugador un PNJ que pueda manejar mientras el juego se centra en los otros PJs.

Es decir, si el barbaro y el paladin se van a rescatar a unos prisioneros mientras el mago y el bardo buscan informacion, doy a los jugadores del mago y el bardo el papel de dos prisioneros que van a ser liberados y juego la escena del paladin y el barbaro, y luego le doy a los jugadores del paladin y el barbaro el papel de dos informadores, o de rateros, o de algo que pueda interactuar con el mago y el bardo en la seunda escena.

No se si me he explicado :rolleyes:
 

Someone

Adventurer
Rurikk y Rigtar entran en el recinto de los comerciantes trepando el muro subrepticiamente llevando al amordazado Husié como un saco. El criado los guía a través de los callejones hasta la casa donde, según él, se llevará a cabo el intercambio.
Para el experimentado Rurikk no es problema escalar hasta la azotea plana y echar un cabo a Rigtar, que trepa con Husié a cuestas. Dejando al criado bien atado, bajan cautelosamente al piso superior de la casa. Nadie les ha visto.

No tardan mucho en encontrar dos hombres discutiendo animadamente pero en voz baja en el desierto edificio. Uno es un sacerdote de nariz aguileña, orejas en punta, y piernas flacas. Rigtar busca un método para tumbar al sacerdote y repara en una ánfora de las que se emplean para el transporte de aceite apoyada contra la pared.

- Me he arriesgado mucho –dice el sacerdote- así que no regatees más. Éstos papeles valen más que eso.

- No es culpa mía que no tuvieras tiempo de copiarlos y hayas tenido que robarlos. Un trato es un trato...

* * *

Un poco antes, Imtohep y su maestro salen de la ciudadela siguiendo el rastro de un sacerdote, un mago no demasiado hábil, que fue el último en tocar los rollos de la biblioteca mágica. La búsqueda les lleva fuera de la ciudadela, hasta las casas de los campesinos aún rodeadas del limo procedente de la crecida del río. Los ocupantes de la humilde plataforma les dan la bienvenida respetuosamente y les ayudan a limiparse los pies embarrados antes de subir. Cuatro niños les observan curiosos mientras Imtohep interroga a la abuela.

- Sí, sí, estuvo aquí. Bendito sea el Dios, encontró al padre de hijo de mi segunda hija y han ido a buscarlo a la ciudad.

- ¿Sabe dónde?

- A una taberna. Dice mi hija que fue un tal Wojann, un hombre del norte, fuerte y rico. Trerá bienes a ésta familia.

Imtohep mira incrédulo a la anciana y luego estalla en una carcajada.

* * *

Todos reunidos hallan por fín el rastro del sacerdote, ayudados por los poderes cronividentes del maestro de Imtohep, y éste les conduce ante una casa del recinto de los comerciantes. De repente se escucha un fuerte estrépito dentro, el de la loza al romperse en mil pedazos.

- Apartaos –dice Wojann-

Y se lanza contra la puerta, arrancándola de los goznes al segundo intento, y es saludado por una jabalina silbante que pasa junto a su cabeza, cruza la calle a la velocidad del rayo y se hunde casi medio metro en la puerta de la casa de enfrente, arrebatando de paso el color de las caras de los guardias que acompañan al grupo.

Wojann se abalanza dentro de la casa, saltando sobre manos y pies antes de caer en la cuenta, a cubierto detrás de un tabique, de que sólo conoce a una persona capaz de semejante lanzamiento.

- ¡Rigtar!

- ¡Wojann! ¿Qué haces aquí?

- Busco a un sacerdote.

- Podías haber venido en otro momento, ¿no crees? Me has fastidiado un negocio perfecto –dice alzando un saquito de lino-

- Bueno, bueno –tercia Imtohep, que acaba de entrar en la casa- Calmémonos y aclaremos el asunto. Vamos a ver; ahí dento debe haber un sacerdote...

***

- Y al final –dice Rurikk mientras baja un cuenco de cerveza- ¿En qué ha acabado todo?

- Era un asunto en realidad muy sencillo –dice Imtohep- No todos los sacerdotes son tan honrados y dedicados como se espera de ellos. Algunos aprovechan su posición para enriquecerse.

- ¿Aún más? -exclama Wojann- Pero si viven como reyes. ¿Para qué quieren más dinero, si pueden acceder a todo lo que necesiten?

- La vida del sacerdote exige también una disciplina de servicio al pueblo. Sin su dirección constante, el imperio se derrumbaría en cuestión de meses. Piensa en los trabajos necesarios para acondicionar el río y los canales para la próxima crecida, el esfuerzo de coordinación para administrar la tierra y las cosechas. El poder de los sacerdotes es inmenso, porque se necesita de un uso constante de ese poder para mantener el imperio en marcha.

- Pero a veces es mal usado, como ahora, y los sacerdotes usan ese poder para beneficiarse a ellos mismos.

- Y eso es nefasto, porque se erosiona la autoridad y la confianza del pueblo. El poder pasa de ser un medio a un fin; ocurre como en éste caso, en el que se buscaba la riqueza a costa de los conocimientos acumulados por los magos de ésta ciudad durante siglos, o como en el de los Esclavizadores, para descubrir magias prohibidas.

- Y volviendo al sacerdote bribón...

- No sólo vendía rollos de la biblioteca, sino que también aprovechaba para seducir campesinas. No tiene más misterio. Cuando una de ellas tuvo un hijo suyo, simplemente pensó que lo más sencillo era endilgárselo a otro; ¿qué mejor que un extrajero de paso?

- ¿Qué será de él?

- Creo que nunca lo sabremos. Pero al menos hemos obtenido un buen beneficio de éste asunto a cambio de nuestra ayuda y silencio.

- Un rollo de papiro con conjuros poderosos –responde Azhel- Aunque son de magia blanca y sabéis que esa no es mi especialidad. Y permiso para mezclar polvo explosivo, que siempre nos puede ser muy útil.

- Sin contar un buen pico que emplearemos en una barca, provisiones y equipo necesario, ya que Azhel no quiere que vayamos volando.

- ¿Conoces un medio mejor de llamar la atención?

- ¿Porqué querría el comerciante esos rollos de la biblioteca mágica?

- Los comerciantes se han hecho muy ricos desde que Henmiar dejó de pagar los tributos –dice Imtohep-

- Desde que nos independizamos –corrige Wojann-

- Lo que sea. A pesar de naufragios, piratas, monstruos marinos, demonios, ángeles, tormentas e islas errantes los comerciantes son el único modo que tiene Nalai de adquirir las maderas y el metal del norte. Eso los ha hecho muy ricos. Pero el dinero por sí solo no otorga el poder; hay que emplearlo en algo. Tienen ya una flota mayor que la que pueden desplegar los templos, y pueden contratar mercenarios, pero les falta el poder mágico. Y sin querer faltar al respeto a nadie –dice mirando a Azhel- sólo los magos escolásticos ofrecen la versatilidad y la facilidad de enseñanza que los comerciantes podrían querer. Necesitan una escuela de magia, y para eso se requiere el conocimiento que los scerdotes llevan acumulando desde cientos de años.

- Está bien. Todo está aclarado. Entonces, ¿Cuándo nos pondremos en marcha?

- Muy pronto –dice Wojann levantándose-
 
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Someone

Adventurer
Poco después el grupo se encuentra en una barca de fondo plano, remontando a fuerza de remos el río Nalai. Pasa a su lado la ciudad de Kantut, el baluarte contra las criaturas de la jungla, que en ésta época del año estará inundada por las lluvias que aún seguirán cayendo en las montañas durante la mitad del año, hasta que vuelvan a cambiar los vientos; de ahí la necesidad del bote.

Los últimos bastiones de vigilancia quedan atrás; el grupo recorre ahora el río solitario, ocupado sólo por las almadías que transportan la madera que se obtiene de la jungla río abajo; comparado con el tráfico normal del Nalai en las zonas pobladas, es como decir un río desierto. El dosel de la jungla se adivina ya en la lejanía, y al día siguiente el grupo sobrepasa los campamentos madereros ante la atenta y recelosa vigilancia de los guardas y soldados destacados como protección –o más bien como castigo, puesto que es un destino que ningún soldado quiere- Al fin, las orillas del río, que se estrecha cada vez más, quedan invadidas por una vegetación cada vez más sombría a medida que el cielo queda encapotado por las nubes que se acumulan camino de descargar en las montañas, o directamente lo hacen sobre el grupo. La sensación es nueva para muchos de ellos, pero pronto se hace desagradable y terminan maldiciendo el agua que cae del cielo.

Transcurren dos días de viaje, y el camino que seguían se difumina hasta tal punto que resulta imposible determinar cual es el curso del río en la estación seca entre la masa de agua lodosa que les rodea. Ahora el viaje transcurre en un escenario fantasmagórico, un laberinto de árboles retorcidos que surgen de su propio reflejo en el agua cenagosa. Avanzar se hace laborioso entre las barreras de raices aéreas, troncos caídos y masas de vegetación putrefacta atrapadas entre los dedos colgantes de la espesura. A veces tienes que cargar el bote a hombros; afortunadamente, teniendo a Rigtar entre ellos, eso no es problema.

Si el grupo esperaba encontrar una explosión de vida en la jungla, sin embargo, han quedado chasqueados. Los animales se intuyen más que verse; de vez en cuando oyen gritos y aullidos lejanos y los chillidos de los pájaros, las ondas en el agua dejadas por el movimiento de los animales acuáticos, y a veces los que son capaces de ver en la oscuridad logran, por las noches, vislumbrar alguna forma que se escabulle en las sombras.

Los únicos animales que son fácilmente visibles son los bichos. Los hay a millones, cubriendo árboles enteros, y tan desagradables que pronto Rurikk, que acostumbraba a adelantarse al bote empleando los árboles desiste de hacerlo después de acabar con docenas de picaduras repugnantes.

Los miembros del grupo saben que en la jungla viven tribus de salvajes, bárbaros que se sabe detestan a cualquiera que venga de fuera. La primera prueba de su existencia la tienen cuando, un día, encuentran una masa de tierra que ha escapado de la inundación; árboles achaparrados rodean un mínimo claro rocoso que aún así no logra abrir un hueco hacia el cielo. Felices por poder estirar las piernas en un suelo que no se hunde bajo ellos, terminan por topar con una visión horrenda; el esqueleto de un ser humano, atado a un armazón de forma que quede como una siniestra advertencia que nadie puede pasar por alto. Algunos restos identifican el cadáver como un soldado de Nalai, y lo que es tanto o más inquietante es que le falta el cráneo.

- Hay cosas que no cambian con el lugar –dice Wojann- Ésta gente se parece en eso a los salvajes del bosque boreal, allí al oeste de Henmiar. Ellos también cazan cabezas.

- Razón de más entonces para no entretenerse aquí –contesta Imtohep- Mejor que atravesemos éste territorio lo más rápidamente que podamos, antes de que noten que estamos aquí.

- Es tarde para eso –dice Rurikk- Ya os he dicho que he visto a más de uno espiándonos desde lejos. Saben que estamos en la jungla desde hace tiempo.

- Entonces antes de que se decidan a atacarnos.

- De todas formas éste es un buen lugar para descansar. Estaremos más cómodos que apretujados en la barca.

Terminando éstas palabras, Wojann alarga la mano para alcanzar una fruta de aspecto apetitoso que cuelga de la rama de un árbol.

¡De repente la “fruta” alarga un tentáculo que se enrolla alrededor de su antebrazo! El agudo pinchazo en la palma de la mano se atenúa rápidamente a medida que su brazo se duerme y cuelga inerte.
 


Someone

Adventurer
Los demás acuden rápidamente a su lado, mientras Wojann saca su daga con la izquierda y apuñala a la alimaña que se aferra a su mano. Un gran chorro de sangre surge en el aire, y Wojann acuchilla varas veces más antes de que los restos de la criatura cuelguen inertes. Pero la sangre sigue saliendo a un ritmo aterrador.

- La boca sigue succionando, incluso después de muerta –dice Azhel- Siéntate, rápido.

Azhel extrae sin perder tiempo las espinas profundamente clavadas en la mano de Wojann y la venda. Luego hace un torniquete en el brazo para evitar que el veneno anestésico siga extendiéndose hasta encontrar un remedio mejor.

- Debiste darte cuenta de que ése arbol está seco –dice Rigtar- No podía dar fruto.

- ¿Quién te crees que soy? Lo mío no son las plantas –responde Wojann, bastante pálido- y el camuflaje del jodio bicho es muy bueno. ¿Cómo iba a saber que una fruta se dedica a chupar la sangre?

- Lo que pasó es mejor no lamentarlo tanto. Necesitaré algunas cosas de mi equipaje. ¿Alguien puede traérmelo?

- Yo iré –dice Rurikk-

Los demás permanecen reunidos alrededor de Wojann, al que no le responde el brazo, totalmente anestesiado, cuando escuchan una terrible salpicadura de agua, como el emerger de um monstruo marino en busca de una presa descuidada. Que es exactamente lo que ha ocurrido; un enorme, enorme cocodrilo, chorreando agua cenagosa y lianas podridas ha atrapado a Rurikk entre sus fauces y lo agita de un lado a otro.

Rurikk chilla de terror cuando las fauces del cocodrilo se cierran sobre él y trata de escapar desesperado. Pero el primero en reaccionar es Imtohep, que se concentra profunda y rápidamente. La consciencia del reptil es primitiva; antigua y atrasada, sí, pero dentro del cerebro diminuto existe un centro del dolor. Y el psíquico lo estimula, aumenta y amplifica todo lo que puede.

Aprovechando el rugido de la bestia, Rurikk se escabulle de entre sus dientes, huyendo hacia el grupo, donde Rigtar ya ha agarrado su arma favorita y acude para interponerse si es necesario en el camino del cocodrilo. Azhel termina su invocación y un rayo negro y crepitante surge de entre sus dedos como una chispa helada. El proyectil se pierde en su corpachón, pero el mago comprueba que con muy poco efecto.

El combate entre Rigtar y el monstruo está a punto de empezar. El cocodrilo acelera rápidamente sobre sus cortas patas y estruja entre sus mandíbulas al poderoso Rigtar, que logra escaparse a pura fuerza de músculos y contraataca con el martillo, golpeando una y otra vez el cuerpo de la bestia. Pero es como si tratara de machacar una colina. Loco de furia, el monstruo se echa sobre él y lo vuelve a atrapar entre sus dientes zarandeándolo como a un muñero, tratando sólo de desgarrar y aplastar. Los ataques de Wojann y Rurikk parecen inútiles, como tratar de talar un árbol con un cuchillo.

Es entonces cuando el aire se oscurece por un momento, la realidad del mundo material coexistiendo con la de otra dimensión oscura. Dos alimañas peludas surgen de entre un brote de humo acre e inmediatamente, obedeciendo a un gesto de Azhel, se lanzan con saña sobre el monstruo. Casi inmediatamente, una andanada de los ya conocidos proyectiles surge de entre sus dedos e impactan al monstruo, que retrocede y ya no vuelve a levantarse.

Rigtar sale de debajo del enorme corpachón, desgarrado como después de haber pasado por una máquina de picar carne; es asombroso que aún pueda ponerse en pie. Azhel despide a las criaturas invocadas y reparte entre él y Rurikk algunos conjuros reparadores. Todos miran el cuerpo formidable del reptil, nadie tiene muchas ganas de hablar, hasta que Imtohep dice:

- Espero salir pronto de ésta maldita jungla.

Pero no es el último peligro al que se enfrentan ese día...
 

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