Rurikk y Rigtar entran en el recinto de los comerciantes trepando el muro subrepticiamente llevando al amordazado Husié como un saco. El criado los guía a través de los callejones hasta la casa donde, según él, se llevará a cabo el intercambio.
Para el experimentado Rurikk no es problema escalar hasta la azotea plana y echar un cabo a Rigtar, que trepa con Husié a cuestas. Dejando al criado bien atado, bajan cautelosamente al piso superior de la casa. Nadie les ha visto.
No tardan mucho en encontrar dos hombres discutiendo animadamente pero en voz baja en el desierto edificio. Uno es un sacerdote de nariz aguileña, orejas en punta, y piernas flacas. Rigtar busca un método para tumbar al sacerdote y repara en una ánfora de las que se emplean para el transporte de aceite apoyada contra la pared.
- Me he arriesgado mucho –dice el sacerdote- así que no regatees más. Éstos papeles valen más que eso.
- No es culpa mía que no tuvieras tiempo de copiarlos y hayas tenido que robarlos. Un trato es un trato...
* * *
Un poco antes, Imtohep y su maestro salen de la ciudadela siguiendo el rastro de un sacerdote, un mago no demasiado hábil, que fue el último en tocar los rollos de la biblioteca mágica. La búsqueda les lleva fuera de la ciudadela, hasta las casas de los campesinos aún rodeadas del limo procedente de la crecida del río. Los ocupantes de la humilde plataforma les dan la bienvenida respetuosamente y les ayudan a limiparse los pies embarrados antes de subir. Cuatro niños les observan curiosos mientras Imtohep interroga a la abuela.
- Sí, sí, estuvo aquí. Bendito sea el Dios, encontró al padre de hijo de mi segunda hija y han ido a buscarlo a la ciudad.
- ¿Sabe dónde?
- A una taberna. Dice mi hija que fue un tal Wojann, un hombre del norte, fuerte y rico. Trerá bienes a ésta familia.
Imtohep mira incrédulo a la anciana y luego estalla en una carcajada.
* * *
Todos reunidos hallan por fín el rastro del sacerdote, ayudados por los poderes cronividentes del maestro de Imtohep, y éste les conduce ante una casa del recinto de los comerciantes. De repente se escucha un fuerte estrépito dentro, el de la loza al romperse en mil pedazos.
- Apartaos –dice Wojann-
Y se lanza contra la puerta, arrancándola de los goznes al segundo intento, y es saludado por una jabalina silbante que pasa junto a su cabeza, cruza la calle a la velocidad del rayo y se hunde casi medio metro en la puerta de la casa de enfrente, arrebatando de paso el color de las caras de los guardias que acompañan al grupo.
Wojann se abalanza dentro de la casa, saltando sobre manos y pies antes de caer en la cuenta, a cubierto detrás de un tabique, de que sólo conoce a una persona capaz de semejante lanzamiento.
- ¡Rigtar!
- ¡Wojann! ¿Qué haces aquí?
- Busco a un sacerdote.
- Podías haber venido en otro momento, ¿no crees? Me has fastidiado un negocio perfecto –dice alzando un saquito de lino-
- Bueno, bueno –tercia Imtohep, que acaba de entrar en la casa- Calmémonos y aclaremos el asunto. Vamos a ver; ahí dento debe haber un sacerdote...
***
- Y al final –dice Rurikk mientras baja un cuenco de cerveza- ¿En qué ha acabado todo?
- Era un asunto en realidad muy sencillo –dice Imtohep- No todos los sacerdotes son tan honrados y dedicados como se espera de ellos. Algunos aprovechan su posición para enriquecerse.
- ¿Aún más? -exclama Wojann- Pero si viven como reyes. ¿Para qué quieren más dinero, si pueden acceder a todo lo que necesiten?
- La vida del sacerdote exige también una disciplina de servicio al pueblo. Sin su dirección constante, el imperio se derrumbaría en cuestión de meses. Piensa en los trabajos necesarios para acondicionar el río y los canales para la próxima crecida, el esfuerzo de coordinación para administrar la tierra y las cosechas. El poder de los sacerdotes es inmenso, porque se necesita de un uso constante de ese poder para mantener el imperio en marcha.
- Pero a veces es mal usado, como ahora, y los sacerdotes usan ese poder para beneficiarse a ellos mismos.
- Y eso es nefasto, porque se erosiona la autoridad y la confianza del pueblo. El poder pasa de ser un medio a un fin; ocurre como en éste caso, en el que se buscaba la riqueza a costa de los conocimientos acumulados por los magos de ésta ciudad durante siglos, o como en el de los Esclavizadores, para descubrir magias prohibidas.
- Y volviendo al sacerdote bribón...
- No sólo vendía rollos de la biblioteca, sino que también aprovechaba para seducir campesinas. No tiene más misterio. Cuando una de ellas tuvo un hijo suyo, simplemente pensó que lo más sencillo era endilgárselo a otro; ¿qué mejor que un extrajero de paso?
- ¿Qué será de él?
- Creo que nunca lo sabremos. Pero al menos hemos obtenido un buen beneficio de éste asunto a cambio de nuestra ayuda y silencio.
- Un rollo de papiro con conjuros poderosos –responde Azhel- Aunque son de magia blanca y sabéis que esa no es mi especialidad. Y permiso para mezclar polvo explosivo, que siempre nos puede ser muy útil.
- Sin contar un buen pico que emplearemos en una barca, provisiones y equipo necesario, ya que Azhel no quiere que vayamos volando.
- ¿Conoces un medio mejor de llamar la atención?
- ¿Porqué querría el comerciante esos rollos de la biblioteca mágica?
- Los comerciantes se han hecho muy ricos desde que Henmiar dejó de pagar los tributos –dice Imtohep-
- Desde que nos independizamos –corrige Wojann-
- Lo que sea. A pesar de naufragios, piratas, monstruos marinos, demonios, ángeles, tormentas e islas errantes los comerciantes son el único modo que tiene Nalai de adquirir las maderas y el metal del norte. Eso los ha hecho muy ricos. Pero el dinero por sí solo no otorga el poder; hay que emplearlo en algo. Tienen ya una flota mayor que la que pueden desplegar los templos, y pueden contratar mercenarios, pero les falta el poder mágico. Y sin querer faltar al respeto a nadie –dice mirando a Azhel- sólo los magos escolásticos ofrecen la versatilidad y la facilidad de enseñanza que los comerciantes podrían querer. Necesitan una escuela de magia, y para eso se requiere el conocimiento que los scerdotes llevan acumulando desde cientos de años.
- Está bien. Todo está aclarado. Entonces, ¿Cuándo nos pondremos en marcha?
- Muy pronto –dice Wojann levantándose-