Una habitación de paredes de adobe, de techo abierto, y decorada al gusto de Nalai: con un par de esteras, y además raídas. Pertenece al carganasar – un albergue barato del puerto donde se alojan los marinos de paso – de la ciudad de Kantut, a la que el grupo ha llegado después de haber robado un barco en Aseram con la esperanza de despistar a aquellos que los puedan estar siguiendo. E Imtohep sabe que los estarán buscando, puesto que llevarse con ellos a una sacerdotisa es un delito mayor.
- Bueno guapa, es hora de que tengamos una charla. –dice Rigtar-
Tahi permanece silenciosa, igual que las últimas 24 horas.
- Cuando aceptamos sacarte de la ciudadela, creímos que era para llevarte con un comerciante. ¡Y resulta que era un puñetero ángel! ¿Qué tienes que decirnos de eso?
- Yo no se nada.
- Nena –continúa Rigtar haciéndose crujir los nudillos- no nos tomes por imbéciles.
- Paz, Rigtar. Es cierto que no sabe nada, o por lo menos cree no saberlo.
- ¿Qué quieres decir?
- Que apostaría un kal de oro a que han manipulado su mente. Esto me huele e intriga.
- ¿Los dioses intrigan para sacar una sacerdotisa de la Ciudadela?
- ¡No! Bueno, no lo creo. Los dioses y demonios son criaturas de la magia; para ligar de ese modo la mente de alguien se necesita un telépata experto... y mucho tiempo.
- No puede ser. Eso apuntaría a los sacerdotes. ¿Qué sentido tiene?
- Ninguno que yo pueda ver. Pero vamos a averiguarlo.
- No –dice Rurikk- Rigtar tuvo razón ayer cuando dijo que dejáramos a la fulana en la telaraña, antes de abandonar Shanib. Por mi parte no quiero saber más de éste asunto, que nos traerá sólo peligro y ningún beneficio. Me vuelvo a desvalijar las casas de los comerciantes.
- Paciencia –contesta Imtohep- Conozco un sacerdote que me debe un par de favores y que puede aclararnos algo. Puede que con algo de imaginación podamos sacar un poco de oro de éste asunto. O mucho oro –se apresura a corregir-
Tahi echa una mirada suplicante a Wojann, que empieza a sentir cómo la sangre le fluye a la superficie de la piel.
- Imtohep tiene razón –dice Wojann- Primero iremos a una de las posadas del barrio, donde estaremos protegidos si alguien nos busca con magia. E Imtohep nos traerá a ese sacerdote amigo suyo. Luego ya veremos.
* * *
- ¿Qué ocurre? ¿Es que no te fías de mí?
Wojann ha insistido en acompañar a Imtohep a la ciudadela. Allí el ex sacerdote logró ponerse en contacto telepático con uno de los escribas, y ahora vuelven a la habitación que han alquilado en el recinto de las tabernas.
- Para nada me fío de un sacerdote, especialmente después de ver tan cerca el gaznate de aquellos cocodrilos.
- Yo también estaba allí, en tu misma situación.
- Me gusta ser prudente –concluye Wojann-
El escriba no tarda en llegar, sólo, como le pidió Imtohep. Bajito y rechoncho, de piel azul pálido y ojillos pequeños y entrecerrados, parece un ratón inofensivo al sentarse en la estera.
- Oh, vaya –dice- esa parece una sacerdotisa. Me temo que estáis en un buen lío.
- ¿Qué? –contesta Rurikk- ¡Pero si es verdad! Mirad, una sacerdotisa se nos ha colado en el cuarto. Toma, un caramelo.
- Ya basta –corta Imtohep- Senhut, algo está pasando en el palacio de Shanib y tenemos que saber qué es.
Senhut, el escriba, hace un pausa de varios segundos, reuniendo decisión antes de empezar.
- Algo se cuece, y es bastante gordo –dice al fin- No sé todos los detalles, pero está todo relacionado con el hecho de que el Dios...
- ¿Qué?
- Se muere. Los rumores vuelan...
- No es... tan raro –dice Azhel- El Dios es mortal, pero eterno; encontrarán su reencarnación, el ciclo continuará y todo seguirá igual que ha sido durante siglos.
- No todo ha sido igual durante siglos –discute Senhut- Poca gente es lo bastante anciana como para recordarlo, pero hace casi cuarenta años hubo tres o cuatro años seguidos en que no sopló el viento del sur. Sin el viento húmedo que descarga agua en los picos de las tormentas, el río sagrado perdió la fuerza. Jamás se había visto nada igual; el sol brillaba sobre las montañas, sin las crecidas no hubo donde plantar. La hambruna fue terrible, la gente murió por millones, las enfermedades se llevaron a muchos más y se vieron escenas espantosas de canibalismo.
- ¿Cómo es posible? –dice Rurikk-Ya se sabe que de cuando en cuando el viento del sur sopla más débilmente y la crecida no es tan grande. Para esos casos hay en todas las ciudadelas reservas de kal para el doble de ese tiempo.
- Cierto es –confirma Imtohep- Yo las he visto.
- Sea como sea, no hubo reservas para esos años, y además, para aumentar la confusión hubo una terrible invasión de los bárbaros del mar. Sus catamaranes asaltaron las ciudades y aumentaron la confusión y la mortandad. Fue una de las peores épocas desde que el dios expulsó a ángeles y demonios de la tierra sagrada y creó el imperio.
- Vale, eso fue malo y ya hemos oído hablar de eso. ¿Qué tiene que ver con lo que ocurre ahora?
- A eso voy. Bien, de alguna forma el Dios consiguió restablecer el orden. Cuando los vientos volvieron, puso a todo el que pudo empuñar una herramienta a preparar los campos y reparar los canales de irrigación. Reemplazó a los sacerdotes corruptos, y expulsó a los bárbaros.
- Naturalmente, era el dios.
- ¿Y si no lo era? –pregunta Senhut-
- ¿Qué quieres decir?
- Es sólo un rumor, cosas que se cuchichean. Pero es posible que el que ocupa el trono actualmente sea un impostor. Y si alguien ha suplantado al dios una vez, puede haber ocurrido otras veces.
- Eso no puede ser –protesta Imtohep- He estudiado mucho los registros. Sé algo de historia. Y no ocurrió nada de eso.
El escriba se encoge de hombros.
- Los registros se pueden cambiar. Yo mismo lo he hecho algunas veces.
- Lo sabía. Siempre lo he sabido. ¿Cómo podríamos averiguar entonces la verdad? –pregunta ansioso Imtohep-
- Por eso fuiste expulsado, ¿eh? –dice Rurikk con sorna-
- Cállate –responde Imtohep-
- Sólo hay un lugar donde puede averiguarse qué pasó, porque nadie entraría allí –dice Senhut- Y es en el Reino de los Dioses muertos.