Rurikk es el primero en reaccionar disparando con su arco corto a uno de los diablos voladores. Y luego...
...El demonio de fuego termina de construir la esfera y la lanza hacia el barco con todas sus fuerzas. La esfera impacta en el centro de la popa y estalla con la potencia de un huracán de llamaradas, haciendo volar a todos los ocupantes. Los diablos con alas se unen a la carnicería lanzando chorros de llamas sobre el barco; nuevas ascuas vuelan por los aires y el barco comienza a escorar. Una columna de humo sube del navío incendiado y el demonio se las promete felices. Ha acabado con todos ellos en un abrir y cerrar de ojos.
Es entonces cuando Wojann surge del humo, chamuscado pero no herido de gravedad, y salta del barco, atravesando espigón, botes amarrados y muelle con la agilidad de un pantera. De un salto espectacular, gritando a pleno pulmón, se eleva hasta la altura del demonio, empuñando su arma con las dos manos y apuntando al centro del pecho...
... y el demonio se aparta por muy poco. Wojann rebota en la pared de un almacén y cae en un montón de sacos haciendo girar el salan. El diablo frunce el ceño debajo de su yelmo e invoca una gran nube gris en el muelle. Wojann se pierde en ella como un barco en la niebla.
Mientras, una de las enormes figuras insectoides se ha alejado para combatir y distraer a los guardias y la otra dispara extraños proyectiles de fuerza con su maza. Uno de ellos impacta en Rigtar y casi lo tira del barco en llamas; el otro golpea el mástil, que acaba de romperse y cae sobre la proa levanzando una nube de chispas. Azhel contraataca con una columna de llamas que envuelve fugazmente al demonio, que se limita a humear impasible. Imtohep manipula las dimensiones alrededor de uno de los diablos con alas, retorciéndolo brutalmente; cae al río como un guiñapo desgarrado. Luego trata de escapar de las llamas lanzándose al río. Rurikk ya está en el espigón, y Rigtar lo sigue después de que Azhel use con él su conjuro curativo; parte de la quemaduras de Rigtar desparecen como si no hubieran existido.
Desde el agua, Imtohep trata de asaltar la mente del demonio de fuego, medio esperando que la criatura sea inmune a los poderes mentales, pero afortunadamente logra sobrepasar las defensas del demonio y éste grita desesperado cuando Imtohep infesta su mente con todo el dolor que es capaz de imaginar. Pero el diablo no está dispuesto a soportar semejante castigo; su imagen se desdibuja y desaparece del aire para reaparecer justo encima de Imtohep, que flota indefenso en el agua, y le golpea con todas sus fuerzas con su enorme espada de llamas. El psíquico grita y se hunde por la fuerza del golpe; Azhel, preocupado, libera una ráfaga de serpientes translúcidas que golpean al diablo. Éste grita una orden y los diablos alados vuelven a lanzar fuego sobre Azhel, pero éste no hace caso de las llamas, protegido por algún tipo de energía mágica.
Imtohep surge del agua tratando de recuperar aire y manifiesta un área ilógica a su alrededor intentando protegerse de los ataques del demonio. El espacio se comba y retuerce a su alrededor, estorbando el movimiento.
Mientras tanto, el demonio insectoide se prepara para lanzar más relámpagos y Wojann, atrapado por una niebla con la consistencia del barro lucha por salir. Extrayendo de sí toda la potencia de la que es capaz, se abre camino a través de la niebla sólida hasta surgir como el tapón de una botella, dándose de narices con el gigante de la maza. Con una pirueta, evita el primer mazazo y un pisotón, esquiva el siguiente golpe de un salto, pero no ve llegar el último, sólo salvándose de la muerte al interponer el mango del salan; si no, los garfios lo hubiesen destripado. En ese momento el demonio gruñe de dolor; Rurikk, saltando desde atrás, se le ha montado en la enorme giba que son sus hombros y le ha clavado la daga entre las placas. El monstruo se gira tratando de quitarse de encima a Rurikk, sólo para encontrarse de cara con el martillo de Rigtar. El golpetazo que sigue hace rechinar los dientes al grupo, pero, increíblemente, el demonio sigue en pie, a pesar de tener hundido el cráneo. Un jugo amarillo brota de la herida, y la maza se abate sobre Rigtar, no logrando atravesar del todo la malla.
Wojann no pierde su oportunidad. Taja la pierna del demonio, le alcanza en el tórax con un revés y luego le hunde el salan en la boca. El demonio se desploma hacia atrás, muerto, entre un salpicón de licor repugnante, y los héroes se permiten un segundo de respiro.
Se escucha un silbido; un cohete vuela certero, su explosión hace describir una parábola a otro de los demonios de alas de murciélago. Siguiendo el rastro con la vista, todos pueden ver a un soldado con un lanzador aún humeante, que se felicita a sí mismo. Azhel achicharra a los dos restantes. Viéndose solo, el demonio de fuego habla a Imtohep:
- Sólo has tenido suerte. La próxima vez, estaremos mejor preparados; y entonces...
Su figura parpadea brevemente y se desvanece en el aire.